Hace un par de días estaba imaginando y creé un mundo diferente. Sin querer, la Luna desapareció porque estaba ocupada persiguiendo al Sol. Y el mar, despistado, se cayó porque, en el mundo imaginado, la Tierra es plana y el mar es tonto. Es tonto porque la marea estaba baja persiguiendo a la Luna, quería ir hacia ella y no se dio cuenta que la Tierra se acaba y se cayó. Entonces los peces se pusieron tristes y empezaron a llorar porque nunca más verían el mar. Y lloraron y siguieron llorando y con sus lágrimas saladas crearon un nuevo mar y le enseñaron a no enamorarse de la Luna porque su amor nunca sería correspondido. Entonces el mundo imaginado se creó a sí mismo, una y otra vez aprendió a renacer de sus restos, de sus peces y de su propia vida.
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