lunes, 22 de febrero de 2016

8. Reescribe algo que escribiste hace tiempo, pero usa un narrador distinto.

Me levanté por la mañana muy extrañado, con dolor de cabeza y sensación de no haber dormido en toda la noche. Finalmente me di cuenta de lo que estaba pasando. Me llamo Morgan y quiero matar a alguien.
Quiero saber qué se siente al agarrar un cuchillo y anclárselo a una persona en el pecho, oler la sangre emanando de la herida. Me gustaría saber si mis manos son capaces de llevar a cabo tal acto o si dejaría caer el arma en el último momento.
Jamás he matado a nadie, simplemente quiero saber lo que es acabar con la vida de alguien, sentirme su dueño y poder percibir con mis propias manos lo efímera que es la existencia de los hombres. Nuestra vida no es sólo nuestra, sino de todos. Yo soy dueño de mi vida pero también soy dueño de las demás, ya que cada día que paso sin matar a nadie, es un día que concedo a esa persona para ser el dueño de su propia vida. De igual manera a la inversa, mi asesino es el dueño de mi vida y es quien se apiada permitiéndome vivir un día más.
No dejemos que nos engañen. Nuestras vidas no están en manos de dioses. Están en las manos sucias y gastadas de los hombres.

domingo, 21 de febrero de 2016

7. Escribe una historia ficticia sobre un encuentro con una celebridad en un restaurante.

Él era un hombre simple, normal, llano, de andar por casa. Dormía con un pijama de cuadros azul y andaba por casa con una bata roja desgastada y zapatillas de estilo similar. Nada ostentoso. Se duchaba dos o tres veces por semana, no por falta de hábitos de higiene, sino porque no le apetecía hacerlo ni tenía constancia de que le hiciera falta pasar por el agua. Para salir de casa solía ponerse la misma ropa varios días seguidos. No se preocupaba especialmente por su olor corporal, decía no sudar.
En su cabeza empezaban a verse claros y, su ya escasa mata de pelo, convivía con cierta grasilla y caspa. Nada desagradable a simple vista, había que fijarse un poco.
Sin embargo, este tipo corriente y mediocre había quedado aquella noche con una actriz de cierto renombre para cenar. Quién lo diría. Ni él mismo lo habría imaginado...

lunes, 15 de febrero de 2016

Escribe un relato en el cual el personaje principal sea alguien que conozcas hoy.

Sentarse en el metro es demasiado arbitrario. ¿Por qué sentarnos aquí o allí? ¿Junto a un hombre, una mujer o sola?

Hoy decidí sentarme entre una pareja joven y un chico de color. Siempre pienso mucho en esta expresión, si es correcto o no decir "negro". Me gustaría hablar con estas personas sobre cómo les gustaría que les llamen, aunque lo más lógico es llamarles por su nombre. Sea como fuere, me senté a su lado.
Saqué mi libro y empecé a leer, me gusta leer en el metro. En los autobuses y coches me mareo pero en el metro me encanta. También me gusta fijarme en la gente, en su ropa y en la forma de sentarse. El chico sentado a mi derecha, el chico "negro" o de color, llevaba un abrigo muy gordo y una bufanda y gorro negros. Pensé que debe pasar mucho frío en España. Seguí leyendo mi libro de García Márquez. Cuando llegamos a Lavapiés me levanté para bajarme del tren y el chico se levantó detrás. Se abrieron las puertas del vagón y ambos salimos, uno detrás de otro. Nos dirigimos hacia la salida, las escaleras, más escaleras... Saqué mi bufanda rápido, ya notaba el frío de la calle desde la última puerta del metro. Entonces el chico me adelanta subiendo las escaleras corriendo con sus largas piernas, casi subía los peldaños de tres en tres. Me fijé en sus pies, con zapatillas de correr grises, como si se tratara de un atleta. Yo subí las escaleras mucho más despacio. Al llegar arriba, saqué mis guantes y, mientras me los ponía, vi al chico abrazando a una mujer mayor de pelo blanco. La abrazaba mientras susurraba palabras en su oído. Ambos se separaron un par de pasos, aunque seguían agarrados de las manos.
"Je t'aime , mama". Fueron las palabras que salieron de su boca. Ambos dejaban escapar un par de lágrimas. Se miraban a los ojos. La mujer le dio un beso en la mejilla, le temblaban las piernas.

No pude evitar emocionarme, soy de lágrima fácil. Me gusta imaginarme las historias de vida de las personas e imaginé que el chico había huido de su país buscando un mejor futuro, en contra de la voluntad de su padre. Abandonó su familia una noche y llegó a Europa. Siete años después se reencuentra con su madre, que ha ahorrado durante un par de años para venir a visitarlo por unos días. No saben cuándo se volverán a ver.

jueves, 4 de febrero de 2016

La sucia sociedad

La sociedad -suciedad- está corrupta. Todo es un reflejo lleno de barro de lo que somos.
Nos convertimos en el chiste de nuestros ancestros. Como una viñeta de cómic en la sección de humor del magacín dominical.
No se aprecia la belleza, no se aprecia el arte. No se valora la inteligencia, la sensibilidad.
A nadie le importa la igualdad, somos seres egoístas. Y ningún dios va a venir a rescatarnos, nos ahogamos en nuestro propio diluvio.
Nuestro sistema digestivo está estreñido con tantas pantallas cuadradas que nos nublan la visión.
Nuestros hijos nacen deformes, fruto de la enfermedad de nuestras mentes, el virus de la ceguera provocada.
No existe cura.