Un día trepé por una columna de humo y llegué a las nubes. Ocurrió tras quemar viejos papelotes que sólo ocupaban lugar en mis cajones. Les prendí fuego una tarde de invierno. La columna de humo tardó en elevarse pero, cuando lo hizo, era muy espesa y blanca. Entonces se me ocurrió trepar por ella, como si fuera una cuerda caída desde el cielo. Subí por todo el humo y conseguí llegar a las nubes. Me senté en ellas y observé el mundo desde ahí arriba. Allí respiré profundamente, mejor que nunca...
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