¿O lo normal es tenerlo todo claro?
Ya no sé qué es lo que debería pensar o debería sentir.
Creo que imagino lo que debería ser, pero no sé si es la realidad...
¿Recuerdas lo que es disfrutar de las pequeñas cosas? A mí me encanta.
Como montar en bicicleta y que el aire haga ondear tu pelo. Sentarte en el césped recién cortado y que sus ramitas te pinchen a través de la tela del vestido. Ver una mariquita posarse sobre una flor. O una mariposa amarilla. El sonido del mar desde cerca de la orilla, o desde lejos. Caminar descalza por la arena y limpiarte los pies después, que siempre quedan granitos entre los dedos. Beber un vaso de agua cuando tienes sed. Leer un libro en el jardín. El canto de un pájaro apoyado en la rama de un árbol. El olor a chicle de melón. El olor del pelo recién lavado. O de la novela recién comprada.
El mundo perfecto sería vivir todo esto a la vez día tras día.
¡Es una injusticia! ¡Menuda falta de ética y de moral la de este niño!
Estábamos en la guardería, como siempre a estas horas. Ya habíamos dormido la siesta y era la hora de ir a jugar. Este día me tocaba ser peluquera de las muñecas. A Barbie le hice dos coletas, habría querido que fueran trenzas pero todavía no sé. La muñeca grande quería que le tiñeran el pelo, así que cogí los rotuladores y se los pase por las raíces para que diera un acabado más moderno. La profesora me echó la bronca después de esto, no debe ser muy moderna.
Cuando terminé con la sesión de estética, fui al parque y subí al tobogán. Al llegar arriba me paré un momento a pensar de qué forma lanzarme hoy. Entonces apareció Karim por detrás amenazandome, me dijo que me tirara ya o me empujaría. Y justo cuando ya sabía de qué forma tirarme, me empujó. Y caí por el tobogán de una forma feísima, incluso me hice algo de daño en la cabeza.
Pero lejos de enfadarme y llorar, fui valiente y me tomé la justicia por mi mano.
Me oculté detrás de los bloques esperando el momento justo. Y cuando Karim de volvía a subir al tobogán, salí corriendo para llegar y empujarlo cuando él estaba arriba.
La victoria es mía una vez más.
Me despierto en una apacible oscuridad bañada por el trino de los pájaros tras mi ventana. Él ya se ha levantado hace un rato pero yo, perezosa, conseguí que se me permita remolonear un poco, como de costumbre.
Aprieto el interruptor que sube la persiana y, poco a poco, la luz del sol inunda la habitación. Los árboles del jardín están habitados por varias familias de pájaros, tal y como pensaba. Al fondo del paisaje, el eterno mar.
Me quedo un rato tumbada contemplando las vistas a través de la cristalera frente a la cama. Este es uno de mis pequeños placeres, ver el mundo desde mi cama. Jamás me han gustado los muros ni las paredes.
Me levanto unos minutos más tarde y, mientras camino por el pasillo, oigo a los niños jugando abajo. El olor a café me invade y llego a la cocina como si hubiera ido flotando. Ahí está él, desayunando mientras lee un libro. Hay tostadas, cereales, zumo y café recién hecho.
- Buenos días, preciosa. ¿Qué tal has dormido?
- Genial, he descansado muchísimo.
- Me alegro, te hacía falta.
Me sirvo el desayuno y me siento a tomarlo cuando él se levanta y me da un beso en la frente. Abre las ventanas blancas de la cocina y la brisa veraniega me roza la cara suavemente.
- Gracias cariño, hace un día estupendo.
- Sí. ¿Te apetece que vayamos a la playa más tarde?
- Pues la verdad es que sí, vayamos todos después de comer.
- Hecho, voy a decírselo a los niños.
Se dirige al salón mientras le doy un último sorbo al café. Desde la sala llega un grito de "¡bien!" de los pequeños, que se alegran por la excursión. Me levanto y recojo mis vasos del desayuno, escucho cómo la estampida que son mis hijos corre hacia donde estoy.
- ¡Mamá, dice papá que luego vamos a ir a la playa a bañarnos!
-Sí, cariño, después de comer iremos. ¿Por qué no vais al jardín a jugar? Hace muy buen día.
Y todos salimos al jardín, lleno de olores a flores y a mar y vientecillo estival.
Me siento en mi hamaca y dejo que el sol me abrace.
Felicidad.
Me levanté por la mañana muy extrañado, con dolor de cabeza y sensación de no haber dormido en toda la noche. Finalmente me di cuenta de lo que estaba pasando. Me llamo Morgan y quiero matar a alguien.
Quiero saber qué se siente al agarrar un cuchillo y anclárselo a una persona en el pecho, oler la sangre emanando de la herida. Me gustaría saber si mis manos son capaces de llevar a cabo tal acto o si dejaría caer el arma en el último momento.
Jamás he matado a nadie, simplemente quiero saber lo que es acabar con la vida de alguien, sentirme su dueño y poder percibir con mis propias manos lo efímera que es la existencia de los hombres. Nuestra vida no es sólo nuestra, sino de todos. Yo soy dueño de mi vida pero también soy dueño de las demás, ya que cada día que paso sin matar a nadie, es un día que concedo a esa persona para ser el dueño de su propia vida. De igual manera a la inversa, mi asesino es el dueño de mi vida y es quien se apiada permitiéndome vivir un día más.
No dejemos que nos engañen. Nuestras vidas no están en manos de dioses. Están en las manos sucias y gastadas de los hombres.
Él era un hombre simple, normal, llano, de andar por casa. Dormía con un pijama de cuadros azul y andaba por casa con una bata roja desgastada y zapatillas de estilo similar. Nada ostentoso. Se duchaba dos o tres veces por semana, no por falta de hábitos de higiene, sino porque no le apetecía hacerlo ni tenía constancia de que le hiciera falta pasar por el agua. Para salir de casa solía ponerse la misma ropa varios días seguidos. No se preocupaba especialmente por su olor corporal, decía no sudar.
En su cabeza empezaban a verse claros y, su ya escasa mata de pelo, convivía con cierta grasilla y caspa. Nada desagradable a simple vista, había que fijarse un poco.
Sin embargo, este tipo corriente y mediocre había quedado aquella noche con una actriz de cierto renombre para cenar. Quién lo diría. Ni él mismo lo habría imaginado...
Sentarse en el metro es demasiado arbitrario. ¿Por qué sentarnos aquí o allí? ¿Junto a un hombre, una mujer o sola?
Hoy decidí sentarme entre una pareja joven y un chico de color. Siempre pienso mucho en esta expresión, si es correcto o no decir "negro". Me gustaría hablar con estas personas sobre cómo les gustaría que les llamen, aunque lo más lógico es llamarles por su nombre. Sea como fuere, me senté a su lado.
Saqué mi libro y empecé a leer, me gusta leer en el metro. En los autobuses y coches me mareo pero en el metro me encanta. También me gusta fijarme en la gente, en su ropa y en la forma de sentarse. El chico sentado a mi derecha, el chico "negro" o de color, llevaba un abrigo muy gordo y una bufanda y gorro negros. Pensé que debe pasar mucho frío en España. Seguí leyendo mi libro de García Márquez. Cuando llegamos a Lavapiés me levanté para bajarme del tren y el chico se levantó detrás. Se abrieron las puertas del vagón y ambos salimos, uno detrás de otro. Nos dirigimos hacia la salida, las escaleras, más escaleras... Saqué mi bufanda rápido, ya notaba el frío de la calle desde la última puerta del metro. Entonces el chico me adelanta subiendo las escaleras corriendo con sus largas piernas, casi subía los peldaños de tres en tres. Me fijé en sus pies, con zapatillas de correr grises, como si se tratara de un atleta. Yo subí las escaleras mucho más despacio. Al llegar arriba, saqué mis guantes y, mientras me los ponía, vi al chico abrazando a una mujer mayor de pelo blanco. La abrazaba mientras susurraba palabras en su oído. Ambos se separaron un par de pasos, aunque seguían agarrados de las manos.
"Je t'aime , mama". Fueron las palabras que salieron de su boca. Ambos dejaban escapar un par de lágrimas. Se miraban a los ojos. La mujer le dio un beso en la mejilla, le temblaban las piernas.
No pude evitar emocionarme, soy de lágrima fácil. Me gusta imaginarme las historias de vida de las personas e imaginé que el chico había huido de su país buscando un mejor futuro, en contra de la voluntad de su padre. Abandonó su familia una noche y llegó a Europa. Siete años después se reencuentra con su madre, que ha ahorrado durante un par de años para venir a visitarlo por unos días. No saben cuándo se volverán a ver.
La sociedad -suciedad- está corrupta. Todo es un reflejo lleno de barro de lo que somos.
Nos convertimos en el chiste de nuestros ancestros. Como una viñeta de cómic en la sección de humor del magacín dominical.
No se aprecia la belleza, no se aprecia el arte. No se valora la inteligencia, la sensibilidad.
A nadie le importa la igualdad, somos seres egoístas. Y ningún dios va a venir a rescatarnos, nos ahogamos en nuestro propio diluvio.
Nuestro sistema digestivo está estreñido con tantas pantallas cuadradas que nos nublan la visión.
Nuestros hijos nacen deformes, fruto de la enfermedad de nuestras mentes, el virus de la ceguera provocada.
No existe cura.
Primavera es esa niña sonriente que corre por el parque. Sus trenzas rubias van saltando con cada paso que da. Juega con su comba mientras canta canciones. Durante abril y mayo, esta es su diversión. Primavera sueña con jugar día y noche, a todas horas.
Por las mañanas se despierta y ella sola se viste con su vestido de flores o su falda de colores. Le encanta vestirse con el arcoiris y que cada brillo del día se refleje en ella. Ella sola abre la puerta de su casa cada mañana y corre a jugar entre la hierba verde. Caza mariquitas y observa sus colores, persigue mariposas e imagina ser una de ellas. También canta con los pájaros, cree volar.
Así es Primavera, pura felicidad. Su espíritu joven no se apagará nunca por muchos años que pasen. Primavera es esa niña del parque, cada niña.
Me imagino en una cabaña tranquila, con una terraza de madera y tejadillo de paja, vigas hechas con troncos de bambú viendo la puesta de sol.
Me imagino en Hawai sentada frente al mar con una melodía de ukelele a lo lejos.
Me imagino en un pueblo de montaña mirando por la ventana cómo me rodea la nieve.
Me imagino en una choza de adobe, redonda, sin muebles, sólo un pequeño colchón donde tumbarme a leer.
Me imagino descalza en una hamaca siendo mecida por la brisa marina y el sonido de las olas frente a mí, notando el cosquilleo del mar entre los dedos de los pies.
Me imagino sentada en medio del desierto, rodeada de millones de granos de arena y miles de estrellas, yo las miro y ellas me miran, observando la luna y siendo absorbida por ese mar seco.
Estoy de pie en mi cocina pero noto una mirada en la nuca. Es como un sexto sentido. Algo en mi cabeza me dice que hay alguien tras de mí. Pero me giro y no hay nadie. Estoy sola en casa, vivo sola en esta casa, no tiene por qué haber nadie.
Sigo cocinando, voy a cenar una setas en ensalada y continuo lavándolas en el grifo. Sin embargo, esa sensación tan incómoda sigue en mí. Alguien muy grande está justo detrás observándome. Está estudiando cada movimiento de mis dedos y mis manos, cada paso, cada utensilio que utilizo, de dónde lo saco y dónde lo coloco después.
Estoy muy nerviosa y enciendo la radio, que se encuentra a mi izquierda, y empieza a sonar una melodía pop. "Así igual consigo olvidarme de esta tontería", pienso para tranquilizarme a mí misma, aunque son muy pocas las esperanzas de conseguirlo. Sigo sintiendo esa mirada. Me vuelvo a girar, la cocina sigue igual, todo tranquilo, sólo la nevera, el horno y la mesa y sillas. Nada más. Nada diferente. Sólo calma, excepto por la música de la radio que ha cambiado de la canción anterior a una diferente.
Saco un plato de la estantería para echar la ensalada y suena mi teléfono móvil en el bolsillo trasero de mis vaqueros. Contesto sin apenas fijarme. Silencio. "¿Hola? ... ¿Sí, dígame? ... ¿Quién es?". Cuelgo el teléfono y empiezo a canturrear para olvidarme de todo el asunto, pero suena el aviso de mensaje en mi móvil. "¿También vas a hacer cena para mí? Tengo mucha hambre y, cuanto más te miro, más ganas tengo de comer".
Continuaba un día más la aventura de nuestro hidalgo caballero Don Quijote y su fiel escudero. Marchaban tranquilamente por un amplio sendero cuando nuestro caballero se detiene. "Tengo sed", dijo certero. Y bajándose de su caballo, puso pies en tierra. Casualmente había una fuentecilla donde pudo beber agua. Mientras se refrescaba, Sancho Panza lanzó un alarido de terror que hizo a Don Quijote expulsar todo el líquido por la nariz.
- ¡Mi señor, unos hombres con pinta de muertos vienen hacia aquí! ¡Dios bendito, vaya pintas que me llevan, si a uno se le sale un ojo!
Don Quijote se subió al quicio de la fuente para otear mejor.
- ¿Qué bramas, amigo Sancho? ¿Acaso no ves que lo que tú llamas muertos no son más que molinos de viento?
- ¡El olor que llega hasta aquí no lo desprenden mil molinos! ¿No oleis, mi señor, la peste a putrefacción?
Don Quijote abrió bien sus fosas nasales y aspiró el olor que provenía de aquello que ambos miraban.
- Es cierto que algo apesta, querido escudero. Deberíamos acercarnos e intentar descubrir qué es.
- Yo no me acerco, señor, esos seres que vienen van a querer matarnos y más vale poner pies en polvorosa ahora que todavía están lejos- dijo Sancho mientras daba media vuelta a su mula.
- Muy bien, Sancho, como gustes. Tú esperame aquí mientras voy a comprobar lo que ocurre.
Y así nuestro hidalgo caballero se acercó a indagar. Mas cuál sería su sorpresa al llegar y ver que lo que creía molinos eran, en realidad, una horda de zombis con mucha hambre.
Por suerte reaccionó a tiempo y pudo sacar su lanza justo antes de que uno se le abalanzara encima para sorberle los sesos. Don Quijote arremetió contra el ser con tanta fuerza que lo lanzó contra sus cómplices, tumbando así a cuatro de un golpe.
Los seres, que se acercaban en un grupo de diez o doce, caminaban con mucha dificultad, arrastrando piernas, con dedos de menos, ropas destrozadas y, efectivamente, oliendo a podrido.
Don Quijote, valeroso caballero donde los haya, echó a correr hacia su caballo. Pero no creáis, queridos lectores, que huyó de miedo. Agarró la saca que llevaba colgada Rocinante y la abrió. Y, para sorpresa de Sancho Panza, nuestro hidalgo sacó un rifle, se cercioró de que estuviera cargado y, sin pensarlo dos veces, empezó a disparar a bocajarro contra los muertos vivientes, que estaban ya muy cerca.
Y así acometió a los extraños seres, ante la atenta mirada de su escudero, que no pudo cerrar la boca del asombro y acabó tragándose una mosca.
Vale.
Esta noche soñé que me tatuaba un símbolo egipcio en el dedo. Todo era extrañamente real. El olor del estudio de tatuajes, la voz del artista, el sonido de la máquina.
Pero me desperté por la mañana viendo que todo había sido un sueño, excepto por la marca negra que tengo en este dedo. No sé qué es ni cómo me ha salido. Y, sin embargo, su forma me recuerda a una pirámide. A una pirámide egipcia.
Dicen que los sueños, a veces, se hacen realidad, ¿no?
Esperar el metro con flores es mejor. Como si no esperaras sino sólo estuvieras allí de pie, viendo como el mundo sigue girando, aunque con mejor aroma.
Crees que todo el mundo te mira y piensa: "a esa la quieren mucho". Entonces te apetece gritar que sí, que alguien te quiere mucho y te regala flores.
Cada vez que alguien regala flores, el mundo es un poco más bonito. Y cada vez que alguien espera el metro con flores, yo sonrío.
Leer Cosas bonitas I.
Los retos a escribir
1. Escribe sobre un sueño o pesadilla que hayas tenido esta semana.
2. Reescribe la escena de don Quijote con los molinos de viento, pero imaginándose que se enfrenta a hordas de zombis.
3. Empieza una historia con: “Estoy de pie en mi cocina…”. Debe ser una historia de suspense.
4. Escribe un relato que tenga lugar durante tu estación favorita del año y que esta tenga importancia en el desarrollo de la trama.
5. Escribe una historia con tu canción favorita como argumento.
6. Escribe un relato en el cual el personaje principal sea alguien que conozcas hoy.
7. Escribe una historia ficticia sobre un encuentro con una celebridad en un restaurante.
8. Reescribe algo que escribiste hace tiempo, pero usa un narrador distinto.
9. Describe tu hogar de ensueño como si estuvieras viviendo en el ahora (en presente).
10. Escribe sobre un recuerdo de tu niñez.
11. Describe algo que has comido esta semana: los colores, texturas, sabores…
12. Escribe una historia sobre un personaje que está viviendo tu festividad favorita (Navidades, Halloween, San Juan…).
13. Usa el título de tu libro favorito cuando era pequeño/a como inspiración para tu siguiente historia. Escribe una historia que no se asemeje a la original.
14. Describe cómo eras de niño como si fueras un personaje de un libro (narrador en tercera persona).
15. Describe un paisaje de tu ciudad que cruces a diario. Céntrate en los sonidos, olores y colores que ves.
16. Invéntate un pasado para ti: ¿dónde creciste? ¿a qué te dedicas? Haz que sea lo más diferente posible al real.
17. Escribe una entrada de diario para tu personaje ficticio favorito.
18. Escribe un relato que involucre agua como elemento relevante de la historia.
19. Escribe una historia de ciencia ficción mostrando cómo te imaginas el futuro.
20. Descríbete como si fueras un personaje de libro.
21. Empieza una historia con: “Pero ese no era el final”. Haz unflashbacky explica cómo ha(n) llegado hasta ese punto y el verdadero final.
22. Escribe un relato que tenga lugar durante una tormenta.
23. Escribe una historia en la que la vida de una mujer cambia drásticamente en solo 3 minutos.
24. Escribe un relato que termine con un cliffhanger.
25. Escribe un relato sobre un personaje que en su infancia fuera pobre y ahora rico, o viceversa.
26. Escribe un relato con un diálogo o frase que escuches esta semana. Imagina el contexto de esa conversación.
27. Escribe una escena de lucha y/o mucha acción.
28. Escribe un relato en el cual el personaje principal se despierta con una llave agarrada en su mano. Céntrate en cómo llegó a tener esa llave y qué abre.
29. Describe un personaje que tiene el peor de tus malos hábitos, pero exagerado al extremo.
30. Escribe un relato sobre cómo sobrevivir en una isla desierta.
31. Imagina que eres incapaz de salir de un piso durante una semana. Cuenta cronológicamente cada día y por qué no puedes salir.
32. Escribe un relato sobre las marcas que deja la vida en la piel.
33. Piensa en una palabra que no suelas utilizar y búscala en Google imágenes. Escribe una historia sobre la tercera imagen.
34. Escribe un relato sobre un personaje con tu edad actual en su cumpleaños.
35. Piensa en tus miedos más oscuros. Haz un relato en el que a tu personaje le pasen al menos 2.
36. Escribe un relato sobre un trayecto o travesía. Céntrate en los cambios de escenarios.
37. Escribe una historia con los siguientes elementos: orejas, bufanda, sonajero y guirnalda.
38. Escribe un relato sobre piratas. Describe los movimientos del barco y cómo afecta a los personajes.
39. Escribe un relato en el cual dos personas totalmente opuestas se conozcan de forma poco corriente.
40. Abre el primer libro que veas por la página 23. Escoge la tercera frase de la página y úsala como la primera oración de tu relato.
41. Escribe un relato sobre un personaje que tenga mucha fuerza de voluntad.
42. Escribe una historia acerca de un personaje que perdió algo importante.
43. Escribe una metáfora sobre el primer objeto que veas al apartar tu mirada de la pantalla. Haz un relato que la integre.
44. Comienza un relato con: “No te volveré a fallar, te lo juro”.
45. Escribe un relato de alguien que despierta de pronto con súperpoderes.
46. Escribe una historia que tenga lugar en un taller mecánico.
47. Elige una letra del alfabeto. Encuentra 5 elementos de tu habitación que comiencen por esa letra y escribe un relato sobre alguien que intenta escapar usándolos, al más puro estilo MacGyver.
48. Escribe un relato sobre un personaje que lleva más de una semana sin dormir.
49. Escribe un relato sobre una novia que tiene dudas antes de su boda. Describe la tarta y los invitados.
50. Escribe un relato sobre una fiesta, un grito y una mentira que cada vez crece más.
51. Reescribe un cuento de hadas clásico.
52. Escribe un relato de un personaje que encuentra una corbata y no sabe cómo ha llegado allí.
Últimamente sólo me dejo llevar, vivo por inercia.
Todo es una constante rutina negligente, vida de desidia.
No puedo ver más allá de los colores primarios. Las nubes son sólo vapor de agua. Percibo la música como ruido constante.
Siento el fin demasiado lejos.
El sol y las sombras desaparecen y sólo existen siluetas de lo que éramos. No hay profundidad. Somos personajes planos.
Ya no siento el mundo latiente, y la sangre que creía caliente, poco a poco se para, congelada.
"Te quiero" no es, ni de lejos, lo más bonito que se puede decir a la persona a que quieres. Y "te amo" tampoco.
Me parece más bonito decirle "me inspiras", porque haces volar mi imaginación y me llevas mucho más allá de las nubes. Me haces ir a sitios que no conozco ni he visto o lugares que ni siquiera existen.
Me parece más bonito decirle "me haces crecer", porque eres como mi agua, lo que me da vida, quien me hace florecer de felicidad para estar cada día más bonita y consigues que mis colores brillen. Me haces llegar más y más alto.
"Te quiero"... Qué cutrez.
Un día trepé por una columna de humo y llegué a las nubes. Ocurrió tras quemar viejos papelotes que sólo ocupaban lugar en mis cajones. Les prendí fuego una tarde de invierno. La columna de humo tardó en elevarse pero, cuando lo hizo, era muy espesa y blanca. Entonces se me ocurrió trepar por ella, como si fuera una cuerda caída desde el cielo. Subí por todo el humo y conseguí llegar a las nubes. Me senté en ellas y observé el mundo desde ahí arriba. Allí respiré profundamente, mejor que nunca...
Me desperté en la azotea de aquel edificio con el viento golpeándome la cara. No pude recordar cómo había llegado allí. Intenté ponerme en pie pero noté un insoportable dolor en el brazo: lo tenía roto por el cúbito. Toda la situación iba de mal en peor. De repente, un grito a lo lejos me hizo olvidar el dolor que sentía. Volví a intentar incorporarme, en esta ocasión con más éxito, y empezaron a llegar imágenes a mi cabeza. Uno de los amigos del Señor Rodrigues había resultado ser un mentiroso aliado con varios de los rehenes. Mientras hacíamos guardia, el sinvergüenza había sacado una pistola y me había disparado al brazo, aprovechó mi debilidad para liberar a sus compañeros y huir. Aun con el increible dolor de la bala en mi carne, intenté seguirlos corriendo escaleras arriba por el moderno edificio de tres plantas. Pero al llegar a la máxima altura y salir al tejado, el dolor ganó el pulso a mi consciencia y me desmayé. Lo último que recuerdo es ver a uno de los rehenes saltando a la azotea contigua.
Pero no era momento de lamentarse, si todo seguía igual, quedaba todavía una rehén maniatada en el sótano. Bajé velozmente pero mis ojos no dieron crédito al llegar y ver al Señor Rodrigues sangrante y tendido en el suelo. Me acerqué para averiguar si seguía vivo, apoyé mi oído izquierdo en su pecho y pude escuchar su último alegato: "mata a Silvia Cano"...
Por tus ojos me he recordado a mí misma. He abierto mi alma a este yo más oculto. Y he despertado del sueño que me mantenía callada, como esperándote.
Todo lo que soy se forma con las letras que componen tu nombre.
Algún día encontraré la fe y, así, la forma de agradecer tu llegada a algún dios.
Las nubes acumuladas en mi cabeza se abrieron para dejar paso a tus rayos de luz. Todo lo que soy eres tú, porque esta soy yo por ti. Bendecida.
En algún momento, yo bajé la guardia.
Y desde entonces no hay noche en la que pueda dormir sin decir "te quiero".
No hace mucho me dijo un amigo que le gustaría encontrar una chica virgen para estar con ella y no tener que vivir sabiendo que se ha acostado con muchos chicos antes que él.
Qué idea más romántica. Qué bonito eso del amor único de por vida, de entregarte sólo a la persona con la que vas a estar hasta el último día.
Pero ahora, si abrimos los ojos a la realidad... A la mierda el romanticismo.
Que le den a esas historias tóxicas en las que se da más importancia a asuntos banales antes de a lo verdaderamente importante.
Porque lo que prevalece en una pareja es, a fin de cuentas, la pareja. El bien en la pareja, el equilibrio en la pareja. Que os trateis con respeto, de igual a igual, sin que uno sea más que el otro ni que tenga que dar más o demostrar más.
Nada importa con cuántas personas hayas estado antes porque ahora estás con la persona que has elegido, y es a ella a la que (se supone) quieres, y es a la que no vas a juzgar sino apoyar, y la vas a respetar, y la vas a ayudar.
Y no vais a ser uno, vais a ser dos.
Porque de eso se trata el amor. No se trata de sufrir ni de hacer de menos ni de ningunear. Se trata de dos personas que se quieren, en igualdad de derechos y libertades.
Y que todavía en este siglo haga falta decir esto...
Qué bien lo paso imaginando mi vida como si fuera un puzle.
Imagino mi boda, mi casa, mis hijos, su vida...
Imagino de qué color serán mis cortinas, qué ropa les pondré a mis hijos, el olor del jabón del baño.
Lo veo y pienso lo efímero de la vida.
Y pienso en él. Y en lo mucho que quiero crecer sin crecer.
Rozo la vida con las puntas de los dedos.
Espero poder agarrarla pronto..
Lo único que esperas es que tu vida pase rápido y empiece.
O que empiece y pase rápido.
No, eso no.
Que empiece y que alguien le de al botón de pausa.
Qué importante es saber que cuentas con alguien,
que no estás sola,
que la vida es fácil si la vives de la forma correcta,
que todo puede cambiar a mejor,
que se puede poner palabras a las emociones,
que hay personas que existen para hacernos sonreír,
que esas sonrisas son color felicidad,
que es el color más bonito que hay.
Mientras te veo alejarte desde la ventana del tren, pienso en ti. No sólo pienso en tus ojos, en tus largas pestañas, en tus manos, en tu voz... Pienso en ti, en todo tu ser, pienso en tu espíritu.
Pienso en tu interior y en todo lo que despiertas en mí.
Egoístamente pienso en mí, porque todo tú estás dentro de mí y me haces ser.
Y me siento viva.
Me siento feliz.
De verdad que hay veces que creo que he llegado demasiado tarde a ti.
Que todo el daño recibido ya ha calado en mí hasta lo más hondo.
Y que ya nada será como antes.
Pero llegué a ti, llegaste tú sólo.
Y cada vez me siento más sana
Y más feliz
Y más curada.
Gracias a ti me siento más yo.
Me haces crecer.
Hay veces que no me entiendo ni yo.
Porque te quiero pero no te quiero y ni sí ni no y si lo he visto, no me acuerdo.
A ver si consigo aclararme porque no me aclaro. Y claro, así nos va...
No eres tú ni soy yo.
Es cada noche que llega en la que no vamos a dormir juntos.
Que quiero pasarlas todas contigo. Pero todas, todas.
Pues es que me he dado cuenta de que creo que a lo mejor cabe la posibilidad de que pueda estar planteándome la opción de que quizás te quiero.
¿Tú qué crees?
Yo solo sé que, desde que existes, parece que el sol empieza a brillar otra vez. Y eso, cómo no, me gusta.
Dicen por ahí que las personas cuyo destino es estar juntas nacen atadas por el mismo hilo. Así, el mundo está formado por hilos que unen a personas por todas partes.
A veces los hilos están demasiado separados y la tensión hace que se rompan.
A veces los hilos se lían con otros hilos y no hay manera de solucionar el lío.
A veces no hay más solución que cortar los hilos.
Pero cuando las dos personas a cada extremo de un hilo se juntan, ya no hace falta hilo, porque el lazo que se crea entre ellas es irrompible.
Qué bonita casualidad fue cruzarnos. Y no hablo de la primera vez que nos vimos. Qué bonita casualidad fue cruzarnos en esta vida, sabiendo que el hilo que nos ataba era el mismo.
- Por más que diga, la mayoría de la gente no piensa más que en sí misma -proseguí-. Con que yo coma bien, vale. Con que yo pueda comprarme lo que quiera, vale. Pero enamorarse de alguien significa pensar primero en el otro. Si yo sólo tuviera un poco de comida, querría dártela ti. Si tuviera muy poco dinero, antes que comprarme algo que me gustara a mí, te lo daría a ti. Y, sólo con que tú me dijeras que estaba bueno, ya se me quitaría el hambre y, si tú estuvieras contenta, también lo estaría yo. El amor es esto. ¿Crees que hay algo más importante que eso? A mí no se me ocurre ninguna otra cosa. Las personas que encuentran dentro de sí mismas la facultad de enamorarse hacen un descubrimiento más importante que los que han ganado el Premio Nobel. Y si no se da cuenta, o si no quiere darse cuenta, el ser humano es mejor que se extinga. Que haya una colisión con un planeta, o algo por el estilo, y desaparezca pronto...
Abrir los ojos a la realidad para ver que, lo que creías felicidad, era de mentira. Era negro con un filtro color rosa, que sigue siendo negro.
Pero ahora abro los ojos y veo, por fin, que hay algo más.
Me gusta lo que veo.
En tus ojos todo se refleja mejor, de otro color. Tal vez verde.
Hace un par de días estaba imaginando y creé un mundo diferente. Sin querer, la Luna desapareció porque estaba ocupada persiguiendo al Sol. Y el mar, despistado, se cayó porque, en el mundo imaginado, la Tierra es plana y el mar es tonto. Es tonto porque la marea estaba baja persiguiendo a la Luna, quería ir hacia ella y no se dio cuenta que la Tierra se acaba y se cayó. Entonces los peces se pusieron tristes y empezaron a llorar porque nunca más verían el mar. Y lloraron y siguieron llorando y con sus lágrimas saladas crearon un nuevo mar y le enseñaron a no enamorarse de la Luna porque su amor nunca sería correspondido. Entonces el mundo imaginado se creó a sí mismo, una y otra vez aprendió a renacer de sus restos, de sus peces y de su propia vida.
Cuando tienes que dejar de querer parece que el dolor es insoportable. Pero confesaré un secreto: no lo es.
Lo insoportable es superar el dolor, la rabia, la impotencia, la tristeza. Lo insoportable es olvidar los malos momentos. Porque, creedme, cuando solo quedan buenos recuerdos, ¡joder!, eso sí es dolor. Cuando cada cosa buena te hace recordar y te hace creer que sigues queriendo algo insoportable.
- Sé valiente -dijo-. En la vida, en el amor y en el sexo.
La gente olvida que debe pedir caricias y besos. No pienses nunca que ese es el coto de tu pareja del momento. Ojalá entendieras que hay que despenalizar acciones que se realizan con el sexo.
Una caricia, un beso, solicitar el calor de una mano en el ombligo no deben ir acompañados con el sentimiento de que eso provocará o derivará en sexo.
Un abrazo no debe ser de diez segundos, ni de treinta, puede durar ocho minutos si es necesario. Acariciar un cuerpo no debe suponer siempre sexo. Debes apreciar la caricia como parte de tu vida. Despenalizarla en tu vida.
Al igual que ríes del chiste de alguien y aceptas que sus palabras generan en ti un sentimiento de felicidad, tampoco debes temer decirle a alguien que su piel, sus ojos, su boca te generan otro sentimiento. Hay que despenalizar acciones del sexo, llevarlas a la vida real, a la cotidianidad, y jamás enlazarlos con el sexo sino con el vivir.
Ojalá pudiera ser fuerte. Pero en realidad soy muy débil cuando se trata de ti. Dependo de ti. No soy irrompible, soy muy frágil. Y tú me desarmas y me rompes. Pero también me arreglas y me formas, solo tú. Te necesito para crecer, para aprender a caminar. Necesito que me enseñes a ser fuerte, pero sin romperme.
Tengo el síndrome del corazón roto. Con cada mal gesto, mala palabra, con cada discusión. Cada vez que mi tristeza lleva tu nombre, se me cae un trocito más del corazón, se me va deshaciendo en pedazos como una hoja seca. Y tengo miedo porque esas hojas no renacen, solo mueren.
Yo me aferro a la vida, la que quiero contigo, la que sé que quiero y tú bien sabes que la quiero.
No quiero perderte dos veces, una ya fue demasiado.
Solo tengo un miedo, y es tener que amar a alguien en el futuro como te amo ahora a ti.
Va a ser imposible.
Perdóname por no decirte que te quiero.
Perdóname por no decírtelo cada día... cada vez que te veo. Perdóname.
Pero tú sabes que te quiero igual que lo sé yo. Perdóname por no decírtelo a la cara. Sé que te quiero pero cuando más me doy cuenta es cuando no estás. Porque entonces te echo de menos, te necesito cuidándome, a mi lado. Y justo entonces es cuando de verdad lo sé: te quiero.
Porque sin ti a mi lado... no quiero pensarlo.
Te quiero tanto que no sé qué haría sin ti.
Ni quiero ni puedo pensarlo. No sé qué haría si me vuelves a faltar (o fallar), solo el dolor que me da pensarlo es suficiente.
No me mientas, no quiero más falsas verdades, ni más palabras vacías. No más te quieros vacíos. Causan más daño dos palabras que mil actos. Aún habiendo mil engaños, lo que más duele son los te quieros de cristal, que se caen y se rompen.
No quiero sufrir más, no me hagas sufrir más. Por favor.